Para una mujer como yo, el casarse
con un hombre es algo casi imposible, pero hoy les contaré como se hizo
realidad. Después de tantos “ires y venires”, Dios escuchó mis plegarias y me
dio el hombre indicado, Sergio, un ser humano, único con el que llevé a cabo esta gran
hazaña: el matrimonio soñado por toda chica, menos el mío, en Cartagena.
La pedida de mano
La propuesta de matrimonio fue
tan sólo tres meses después de nuestro
reencuentro, un día después del matrimonio de mi hermano. Sergio, pidió mi mano
un poco mareado y sucio (teniendo en cuenta que no se había bañado aún y era
medio día en Villavo). Mi mamá antes de entregarle el anillo, le dijo: Sergio,
está seguro? Usted aún está borracho... El simplemente la miró y le dijo claro
que si estoy seguro y no estoy borracho, doña Lucero.
Yo a diferencia de lo que alguna
vez me había imaginado, estaba “desentendida” de la situación, simplemente mis
hermanos me habían dicho que me arreglara, porque doña Lucy iba a dar unas
palabras. Hecho que tomé sin la menor importancia, pero con el craso error de
irme casi en pijama al kiosko, donde todos sabían lo que estaba pasando, menos
yo… Lo único que había notado un poco extraño era la actitud de Sergio, quien
tenía en su mano el micrófono y no doña Lucy.
Empecé a dudar y a sudar un poco,
cuando escuché de sus labios decir: buenas tardes a todos, quiero que Maria del
Mar, me acompañe, ven amor por favor, yo ya estaba más que nerviosa, estaba
roja completamente y decía no por favor, al llegar a donde estaba mi novio, le
empecé a decir no, Sergio! porqué así? Mírame y el simplemente me miró, se
arrodilló y me dijo: ¿Maria del Mar te quieres casar conmigo? Y sacó una caijta
con el anillo de compromiso, yo no lo podía creer. Simplemente lo besé, me puso
el anillo en mi mano derecha, como
tantas veces lo había deseado. Entre tanto mi familia y las personas que
estaban allí estaban felices, aplaudieron y empezaron a abrazarnos y a
felicitarnos.
Mis tías me abrazaban y me decían
al oído “ mamita, Sergio es todo un caballero”, yo las miraba y les agradecía,
la razón de estas frases, era que Sergio había bailado y conversado toda la
noche anterior con mi mamá y cada una de mis tías.
29 De junio en Cartagena
Días después definimos la fecha y
el lugar donde nos íbamos a casar, a mí la verdad, casi me da un infarto. Yo
soy una persona optimista, pero creo que mi novio me gana, su actitud y sus sueños
hacen que vaya “en una nube voladora”, que sin mentirles, en ocasiones debo
bajarlo “a punta de piedra”. Palabras más palabras menos, considero que en toda
pareja siempre hay soñadores, pero también hay realistas, como yo, que hacen
que una pareja se complemente. Siempre se ha dicho que la vida de un ser humano
es más feliz con los sueños de cada uno, pero también es necesario un poco de
sensatez, porque para hacer realidad un sueño hay todo un proceso, un camino,
en ocasiones fácil, en ocasiones difícil.
Oh Dios mío, pensaba yo “nada más
ni nada menos que La Heroica”, en donde una simple humana como yo, tendría que
esforzarse y ahorrar demasiado para hacer el sueño de su amado realidad. Aquí a
diferencia de todos los cuentos de amor y de princesas, el novio, anhelaba toda
su vida, casarse de blanco y en la playa, podrían imaginar mi cara… Yo en mi
cabeza había montado todo un plan de ceremonia en una finca cerca a Bogotá, al
estilo de mi hermano, un poco más acorde con la “situa económica”. Porque
seamos realistas, en Colombia pensar en casarse en un paisaje tan exótico como
la ciudad amurallada es una completa UTOPÍA aún más viviendo en la capital!
Sin embargo, seguimos conversando
con mi novio y desarrollando la idea, que para mí era totalmente lejana, pero Sergio,
es un hombre perseverante al que un no, le resulta un SI. Esa misma semana
empezamos a conversar con todos los implicados. Primero las familias, había más
de uno en desacuerdo, “el matrimonio es un paso importante, piensen bien, sean
realistas y consulten primero con el bolsillo”…
En mi casa, mi papá, al igual que yo, estaba
aterrado con la idea, pero “nos siguió la corriente”, como todo buen contador,
sacó su calculadora del bolsillo, un esfero y empezó a analizar las cifras. Hizo
un presupuesto teniendo en cuenta los gastos del matrimonio de mi hermano y nos
iba aconsejando.
“La perla”
Semanas más tarde, decidimos
hacer más público nuestro compromiso, hicimos una comida invitando a unos
amigos de mi prometido, para darles la buena noticia, yo aún continuaba indecisa y
era un poco pesimista, pero una frase al finalizar la reunión y al despedirnos
me impulsó profundamente a tomar una decisión “con toda”. Bueno gorda, la
verdad nos avisan para saber si viajamos a Cartagena o nos vemos en Fusa”… Qué
tal “la perla”? Imaginen mi cara, al cerrar la puerta. Pues señoras y señores,
esta frase revolucionó todo mi pensamiento y cambió por completo mi actitud, la
boda se haría en Cartagena el 29 de junio si o si. Sergio atónito me miró y yo
le dije: nos casamos en Cartagena y punto!
Viajamos más de tres veces a
Cartagena, aproveché todos los puentes y promociones “habidas y por haber” en
Internet, desde estadías, vuelos etc. Sin embargo, hubo cuatro almas
caritativas, quienes nos tendieron la mano y nos ayudaron a coordinar, revisar,
analizar todo, cada detalle, con paciencia, con amor y lo más importante con
dedicación. Nuestros padrinos de boda y dos de sus familiares quienes vivían en
La Heróica, atendían nuestros llamados sin importar la hora o el día. Gracias a
ellos conseguimos un organizador de bodas, quien tenía varios contactos que a
su vez hicieron parte del evento. Con ayuda de todos nuestros familiares, sus
presentes y regalos asombrosos llevamos a cabo el matrimonio.
Los detalles
Los preparativos de la boda los
iniciamos la primera semana de agosto de 2012. Es decir, contábamos con 10
meses, tiempo suficiente para organizar todo. Pero, no nos digamos mentiras, la
última semana, todo puede pasar.
El vestido lo alquilé, pero con
la gran ventaja que fue diseñado a mi
medida, es decir fui la primera en usarlo. El diseño lo conseguí en Pinterest.
Los zapatos los mandé a hacer con un zapatero recomendado por el diseñador.
Mi novio, compró todo: su
vestido y los zapatos en una tienda normal.
Las tarjetas de invitación las hizo mi hermana. La idea del diseño la escogimos entre Sergio y yo, con
ayuda de Internet (una vez más).
El lugar donde se realizó el
matrimonio fue en una playa en Manzanillo del Mar, la casa hotel que
encontramos era perfecta, además de tener habitaciones para las dos familias de
los novios, tenía el espacio para el evento y un bohío que quedaba enfrente del
mar.
Los problemas
El estrés que una novia puede
sentir es único y obvio no se comparte, es personal. Faltando una semana para
mi matrimonio, me enteré que mi pastel de boda, no era el que yo quería. Que las flores que yo quería, tampoco se conseguían, dos dolores de cabeza que me generaron varias noches sin dormir, discusiones y un gran
problema, que pude solucionar 72 horas antes.
Mi prometido llegó un día antes
de la boda, porque la compañía aérea le revendió el tiquete. Entre tanto yo parecía un zombi, porque no había dormido
nada la noche anterior pensando lo peor, que Sergio no iba a llegar. Finalmente
llegó a Bogotá para abordar una hora más tarde el avión conmigo rumbo a
Cartagena. Yo descansé al verlo.
La boda se llevó a cabo el sábado,
fue una ceremonia civil en la playa. Más de setenta invitados, entre familiares
y amigos nos acompañaron en el compromiso. Esa noche se fue la luz, no una
sino dos veces, los invitados estaban tan felices por la comida y el lugar que
no les importó, simplemente nos dijeron que les pareció romántico todo y que
los apagones hicieron más mágico el momento. Sergio y yo no lo podíamos creer,
al escucharlos hablar.
A la madrugada, cansada pero con “cara de
ponqué”, la amiga de Sergio se me acercó para despedirse y una vez más cerró
con broche de oro la velada y me dijo: “felicitaciones gorda todo te quedó
divino, fue un matrimonio único”, yo al escucharla estaba más que feliz, estaba
con mi familia, con el hombre que amo y con la satisfacción de haberlo logrado,
gracias a Dios!